
Las instituciones educativas deben aprender a usar sus autonomías, generando espacios que permiten la reflexión conjunta del pre-adolescente. Atendiendo a sus necesidades debe considerarse el abordaje de temáticas que aun son percibidas como tabú en el reino de las aulas. No se debe privar al alumno de la capacidad de acción, se debe alentar su participación en proyectos socializadores y comunitarios. El pre-adolescente necesita ser el protagonista y debe terminar con la interacción de las malas compañías; replanteandose permanentemente el como hacer desde un sentimiento positivo, desde un punto de vista conceptual, democrático que implica la apertura a un rico y complejo debate que recorre el campo filosófico, jurídico, pedagógico y psicosocial, basado en principios de equidad, calidad e integración del pre-adolescente en la comunidad.
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