"Desde el siglo XIX, el estudio del sistema nervioso ha ido avanzando a pasos agigantados. Sobre todo, los descubrimientos del gran histólogo español, Santiago Ramón y Cajal, sentaron las bases de lo que es hoy la neurociencia. Sin embargo, apenas se comienza a pintar el paisaje de la relación cerebro–comportamiento. Actualmente, el cerebro del adolescente es un tema de gran interés entre los neurocientíficos. La mayoría de los investigadores en este campo de la ciencia identifica el comienzo de la pubertad con el punto de arranque de la adolescencia. La terminación de ésta es más difícil de determinar, además, existen diferencias culturales que impiden las generalizaciones simples en este tema. Algo característico de la adolescencia son los cambios psicológicos que afectan el sentido de identidad de un individuo, su autoconsciencia y su relación con otros.
La adolescencia temprana marca la entrada a un periodo de cambios neurobiológicos sustanciales, con efectos significativos en la cognición, en lo social y en el desarrollo emocional. Más específicamente se ha propuesto que la adolescencia involucra un cambio en la dirección del control del comportamiento. Se piensa que estos cambios neuronales subrayan el remplazo de un comportamiento dirigido por impulsos afectivos por uno basado en las consideraciones de las consecuencias futuras, tanto personales como sociales. En el lenguaje de la neurociencia esto es la sustitución del cerebro emocional por el cerebro ejecutivo (PNAS Vol 105, no. 9).
La secreción de hormonas sexuales en la pubertad coincide con el periodo de la adolescencia, el cual ocurre entre los 12 y los 20 años de edad, en los seres humanos. Las hormonas de la pubertad actúan no sólo sobre el tejido periférico causando la aparición de las características sexuales secundarias, que son las señales obvias de la pubertad, sino que además actúan centralmente influyendo en la remodelación del cerebro adolescente y en la maduración del comportamiento. Aún más, las modificaciones fisiológicas y neurológicas que surgen como consecuencia de las hormonas de la pubertad llevan a cambios significativos en la experiencia individual, las cuales, por sí mismas, pueden alterar profundamente el desarrollo del cerebro. Por consiguiente, el aumento de las hormonas sexuales durante la pubertad, dirigido por la maduración a tiempo del eje neuroendocrino de la reproducción, da forma al desarrollo del comportamiento del adolescente tanto por la vía indirecta como por la influencia del sistema nervioso (Hormon and Behavior 53 (2008) 647-658).
Actualmente se reconoce a la adolescencia humana como un gran periodo dinámico del desarrollo neuronal durante donde los circuitos del comportamiento se remodelan y se redefinen. El cerebro de un niño de cinco años de edad contiene aproximadamente el 90 por ciento del tamaño del cerebro de un adulto. Sin embargo, durante el periodo de la adolescencia, los procesos básicos de desarrollo cerebral ocurrido en el periodo neonatal son recapitulados en la adolescencia. Estos procesos incluyen: neurogénesis, programación de muerte celular, elaboración y poda de las arborizaciones dendríticas así como de la las uniones neuronales (sinapsis), mielinización y diferenciación sexual.
Como se puede observar, la trayectoria del desarrollo del cerebro post–natal no es linear, al revés, se caracteriza por cambios rápidos bruscos en el adolescente e involucran tanto eventos progresivos como regresivos. Como en cualquier proceso biológico, los periodos de cambios rápidos en el desarrollo señalan una marcada sensibilidad y vulnerabilidad, tanto en los cambios dependientes de la experiencia como en el de las consecuencias adversas de la perturbación y del insulto. Por tanto, No sería difícil comprender por qué las perturbaciones propias del desarrollo del cerebro del adolescente dejan una huella distintiva en el comportamiento del adulto.
La adolescencia ha sido identificada con placer, agresividad, riesgo y otros atributos que dependiendo de la forma en que se expliquen podrían estar señalando inestabilidad o falta de control. Sin embargo, en este periodo el adolescente comienza a reconocer al otro, ha entender las emociones y las intensiones y las creencias de los demás. En especial identifica aquellos que son sus iguales. Los estudios psico–sociales sugieren que la adolescencia se caracteriza por estos cambios de fuerte contenido social, incluyendo un alto grado de auto–consciencia, un aumento en la importancia y complejidad en las relaciones entre iguales, al igual que una mejora en el entendimiento de otros.
El cerebro contiene áreas están involucradas en la cognición social, se le denominan cerebro social. En el adolescente, el desarrollo del cerebro social probablemente es influenciado por múltiples factores, incluyendo los cambios en los niveles de hormonas así como los cambios en el medio social. Además, en las áreas del cerebro social ocurren cambios neuro–anatómicos significativos que seguramente afectan el comportamiento y la cognición del individuo (Nature Reviews Vol 9, 267).
Actualmente no se sabe cómo el entorno influencia el desarrollo del cerebro durante la adolescencia. Se ha propuesto que los estímulos ambientales alteran las uniones neuronales haciendo que estos se redefinan y se refuercen los circuitos neuronales que van a permanecer. Sin embargo, se desconoce cómo esta reorganización de las uniones entre neuronas afecta la actividad neuronal y su función cognitiva. Sobre todo, se desconoce que dispara esta reorganización durante la pubertad.
Se ha señalado a la secreción de hormonas sexuales, a la activación de los receptores esteroidales en el cerebro, y a la interacción entre las hormonas y la experiencia en el cerebro en desarrollo del adolescente como los factores que contribuyen a los cambios de comportamiento vistos durante la adolescencia. Existe evidencia que demuestra como las hormonas andrógenos median la maduración del adolescente. Además, se conoce como los andrógenos refuerzan positivamente el comportamiento motivacional del adulto. La evidencia actual identifica a la testosterona como una sustancia que tiene efecto sobre los mecanismos que se ocupan de la recompensa, lo cual parece contribuir en los cambios que ocurren durante la maduración a través de la motivación.
Sin embargo, la explicación del comportamiento en el adolescente no puede darse en términos exclusivamente neuroanatómicos. Tan poco puede explicarse sólo por los cambios hormonales. Esto negaría otros factores importantes como los sociales y las experiencias individuales que evidentemente interactúan unos con otro. "